El feminismo se introduce en la historia a través de tres posiciones práctico-discursivas.
El primero es el feminismo de la igualdad que se da en el siglo XIX y parte del XX, impulsado por una lucha política para consolidar derechos civiles que le son negados a la mujer.
Actualmente se sigue buscando mejoras en lo que se refiere a la igualdad de oportunidades, en relación a las diferencias de sueldos entre hombres y mujeres, a la reivindicación de derechos reproductivos y a la protección legal contra la violencia sexual.
El segundo es el feminismo de la diferencia o radical que postula la re-definición y re-apropiacón simbólica de ser mujer.
La equiparación de género y sexo permite la construcción de una subjetvidad singular femenina y con ello el restablecimiento de la genealogía fememnina como necesidad de orden simbólico y social.
El tercero es el post feminismo, que surge como una reacción frente al feminismo esencialista. Éste post-feminismo ya no es solo un discurso en defensa de las mujeres sino de las minorías étnicas y sexuales que son igualmente marginadas por el poder hegemónico.
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